Hace 592 años Villanueva de los Infantes era
una población joven. Las primeras tentativas de
repoblar su emplazamiento datan de los años
treinta del siglo XIII, con resultados tan escasos
como desconocidos. Esta aldea, sin embargo, experimentó
un notable crecimiento a partir de,
aproximadamente, 1360 gracias a la proximidad
de Fuenllana, a las nuevas políticas repobladoras
y a la reordenación del poblamiento en la encomienda
de Peñaflor.
Este crecimiento le hizo poseer
de un fuerte concejo aldeano, capaz de promover
la construcción de una fortaleza y de protestar
contra las facenderas en el castillo de
Montiel. Es muy probable que la fuerza de este
concejo fuese lo que tuvo que convencer a Don
Enrique para otorgar el privilegio. Don Enrique,
a pesar de que merezca una estatua ecuestre en
Villanueva de los Infantes, como la tiene Juan II
en Ciudad Real,
no fue un desinteresado
benefactor,
ni con Infantes,
ni con nadie.
Eloy Benito Ruano
le describe como
una persona
cínica, egoísta,
ambiciosa, rebelde,
alborotadora,
irritable y pendenciera.
Los nobles
le conocían
como un “vindicativo,
osado y
esforzado caballero”,
un hombre
que no temía
lo escandalosos
que pudieran ser los procedimientos con los que
alcanzaba sus fines, los cuales siempre fueron el
poder y la riqueza personal.
Cuando fundó Villanueva de los Infantes era
un jovenzuelo de veintidós años que acababa de
ver cómo su primo y su hermano mayor habían
adquirido las coronas más poderosas de la
península: Castilla y Aragón, respectivamente.
Él había conseguido el maestrazgo de la Orden
de Santiago, algo que, en comparación, le parecía
muy poco. Por ello tuvo la osadía de consumar
un golpe de
Estado, en 1420,
contra su primo
Juan II. Este golpe
de Estado, lejos de
favorecerle, le dio
un descrédito que
alcanzó incluso a
su camarilla cortesana.
Viéndose solo,
Don Enrique
intentó corregir el
fiel de la balanza
reforzando su bando
con los pobladores
del Campo
de Montiel. En ese
intento estarían el
privilegio a La Moraleja,
la inmediata
permuta del topónimo por Villanueva del Infante,
y que en el invierno de 1421-22 el infante
saliese de la corte para residir en esta villa,
donde continuó su política de dádivas otorgando
privilegios a las poblaciones cercanas: Fuenllana,
Belmontejo, Alhambra...
Villanueva del Infante, el nuevo nombre que
había dado el infante a la Moraleja, se convirtió
en un topónimo políticamente incorrecto una
vez que el infante y todo su bando fueron derrotados
en 1445. De hecho, con la llegada del
reinado de Enrique IV, éste intentó recuperar el
antiguo topónimo de La Moraleja. Pero hay indicios
de que esta medida tuvo muy poco éxito.
Terminada la Guerra de Sucesión Castellana y
unidos los lazos entre los Trastámara de Castilla
y los de Aragón, en 1480, el maestre Alonso de
Cárdenas medió en la controversia y la denominó
definitivamente Villanueva de los Infantes,
penalizando con dos mil maravedíes a quien
la llamase de otra manera.
Y así nació con independencia, con ayuntamiento,
La Moraleja, Villanueva del Infante, Villanueva
de los Infantes, Villanueva, Infantes...
Cinco maneras de llamar a la misma población
en este transcurso de casi seiscientos años de vida.
Muchos nombres para tan corta existencia.
Rescatado del Boletín Informativo Municipal "Informando"
Carlos Javier Rubio, Marzo de 2008
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