La actividad ha consistido en localizar las posibles estructuras que se hallan sepultadas en subsuelo del cerro en el que se ubica el castillo-iglesia sin alterar la tierra, esto es, sin excavar y con aparatos que, como el rádar, nos permitan trazar un plano de los alrededores de edificio. Para ello el martes por la tarde se desplazó hasta Fuenllana un equipo de la Universidad de Granada (UGR) encabezado por el Prof. José Antonio Peña, una de los más importantes investigadores nacionales en la aplicación de estas técnicas en Arqueología y Geología, desde la Motilla del Azuer (Daimiel), diversos yacimientos andaluces, la reciente búsqueda de la sepultura de Federico García Lorca hasta todo tipo de estudios sísmicos y geológicos en España, el Norte de África e incluso en varias misiones a la Antártida a bordo del buque de investigación de la Armada “Hespérides”.
Sin embargo, la campaña ha estado marcada por la climatología. A pesar del aparente sol que reinaba, el desencadenamiento de una tormenta eléctrica y de lluvias repentinas a partir de la tarde del martes no pudimos mas que, acompañados del concejal encargado y motor de la actividad –Salvador Dueñas–, hacer un rápido reconocimiento in situ y plantear mentalmente los pasos a dar el miércoles si el tiempo lo permitía. Lo que sí quedaba claro es que nos centraríamos únicamente en uno de los dos métodos que se tenía pensado desarrollar, en tanto que el segundo de los aparatos a pasar pierde efectividad con el suelo mojado.
En efecto, tras una noche de truenos y chaparrones en el yacimiento nos esperaban al pie de la ruina Nina y Bea, dos estupendas trabajadoras del Ayuntamiento para ayudarnos en lo que fuera menester. Y no fue poco. Su labor y la de los arqueólogos fue la de preparar el terreno e ir despejándolo de cuantos elementos pudieran interferir en los resultados de la prospección. No sólo se trataba de retirar las hileras de malashierbas que habían sido segadas el viernes anterior sino también de recoger y quitar restos metálicos y de hogueras. Esto, a decir verdad, era todo un reto en un lugar habitual de botellón y en el que hace poco tiempo tuvo lugar una gran consolidación de paramentos y que dejó allí clavos, alambres, cerraduras, etc. Y es que para el aparato que se iba a pasar, cualquier chapa implica distorsiones que hacen más ardua la interpretación de los resultados.
En este tiempo, Raúl y José Antonio planteaban las cuadrículas en las que se centrará el estudio –una al Norte, otra al Sur y otra al Oeste–, lo que viene a ser unos 20 m alrededor del castillo-iglesia. Al tratarse de un proyecto modesto, dejamos para futuras campañas el analizar el resto del cerro, sin duda, una labor necesaria.
Pues bien, como si de un bien trabado equipo se tratara, cuando la UGR tomaba los últimos puntos vía satélite, el equipo de limpieza –al que se había unido Edu motu proprio– también acababa de peinar la zona y se decidió iniciar la prospección propiamente dicha. Era el momento de mayor expectación tanto para el equipo como para los visitantes que nos acompañaban. Y es que, como venimos desarrollando, el trabajo arqueológico debe ser público y así nos gusta compartir nuestro interés por el Patrimonio con el resto de la sociedad. Evidentemente, si luego encima los visitantes locales y foráneos nos deleitan con sus conocimientos, anécdotas de infancia en el lugar e incluso nos agasajan con bebidas frescas bajo un sol de justicia (¡gracias Julián!) pues… no se puede estar mejor.
Así, José Antonio Peña recorrió una y otra vez cada sector en largas caminatas por pasillos de 50 cm y cargado con un pesado equipo compuesto de baterías y sensores magnéticos. En ambos extremos Raúl y en otro José Antonio –éste arqueólogo– movían la cinta que le marcaba la trayectoria. Y así fue hasta las 14,30 horas, cuando el sol y el agotamiento señalaron la hora de comer, allí, bajo el chamizo y con unas raciones del Bar de la Plaza.
Durante este tiempo pudimos compartir las primeras impresiones a pié de campo, como las interferencias que hacen los cableados y tuberías subterráneas que atraviesan el cerro o los propios focos del castillo-iglesia. Pero, también, ya empiezan a llamar la atención otro tipo de datos más sugerentes que aparecen aquí y allá… y que son los que habrá que estudiar en profundidad.
Sea como fuere, la prospección continuó hasta las 18 horas aproximadamente, momento en el que la prospección magnética cubrió todo el territorio diseñado. Dadas las horas, y las mencionadas condiciones del terreno, se decidió acabar la campaña y volver próximamente ex profeso para pasar el georádar. Esta decisión, a la larga, es casi mejor porque así podremos afinar más en aquellas zonas en las que la prospección magnética permita intuir la existencia de estructuras antiguas. Así fue como el equipo UGR emprendió de nuevo su camino de vuelta a Granada con la certeza de volver a Santa Catalina.
Finalmente, y puesto habíamos anunciado en los carteles que las visitas durarían hasta las 20 horas, los arqueólogos nos quedamos un tiempo más por si, con el frescor de la tarde acudía visitantes. Así fue y, aunque sin la vistosidad de los aparatos en plena acción, les intentamos trasmitir lo realizado y las metas de este proyecto. En torno a las 19,30 horas dejamos a las ruinas de Santa Catalina volver al silencio y soledad que le han acompañado en estos últimos siglos. Pero no por mucho tiempo.
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